Biografía
Micaela Rodríguez Cuesta (1935-1991) nace en el torero barrio de Triana (Sevilla), en el seno de una familia con inquietudes artísticas. Desde muy niña, Mikaela muestra dotes para el baile y la canción alegrando a sus vecinos con su natural gracia. Comienza a recibir clases de solfeo, piano, guitarra e ingresa muy pronto en las academias de Adelita Domingo y Eloísa Albéniz donde estudia canto y ballet clásico español dando muestras de una acuciada personalidad que la lleva a participar en festivales infantiles y en las ondas de Radio Sevilla. Gracias a estas primeras experiencias juveniles, en 1952 aparece en los carteles con el nombre artístico de Rocío del Carmen actuando en diferentes salas de fiestas sevillanas durante más de medio año. Seguidamente, es contratada para formar parte del elenco de distintas compañías teatrales con las que recorre Madrid y Barcelona junto a Lolita Benavente, Amalia Molina o Luisita Esteso. No será hasta el 14 de diciembre de 1955 cuando tome protagonismo individual en el espectáculo Copla y suspiro —encabezado por El Príncipe gitano y su hermana Dolores Vargas “La terremoto” o, como se hacía llamar por entonces "El terremoto moreno", y estrenado en el Teatro Calderón de Madrid— siendo anunciada como "la belleza de la canción" y en donde interpretaba las coplas firmadas por Quintero, León y Quiroga "Niña Rocío", "Un cartel por las murallas", "¡Pobre de mí!" y "Correo de Vélez".
Durante estos primeros años de carrera, Mikaela emprende largas giras por los teatros españoles y en 1956 graba en Columbia el que sería su primer disco con el nombre de Micaela del Carmen en el que se incluyen los pasodobles “Pérez de la Concha” y “Canción de feria”. Inmediatamente, es presentada de nuevo ante las ondas alcanzando el triunfo en el programa radiofónico más famoso de la época, Cabalgata fin de semana (Radio Madrid) donde, gracias a la votación del público, actúa durante treinta y dos semanas consecutivas interpretando canciones de compositores como Francisco de Val, C. Murillo o Rafael de León. El mítico presentador de radio chileno Bobby Deglané fue quien acierta bautizándola con su nombre artístico definitivo: Mikaela con “K”.
Mikaela se convierte en un fenómeno radiofónico, medio que le serviría como trampolín hacia la gran pantalla. En La pecadora (1956), protagonizada por Carmen de Lirio, se produce su primera intervención y una segunda oportunidad le llegará con un papel secundario en Aquellos tiempos del cuplé (1958) con Lilian de Celis a la cabeza. Precisamente, esta película la lleva al teatro formando parte del espectáculo El pleito de «El último cuplé», estrenado en julio de 1958 en el Teatro Goya de la capital española donde demuestra su versatilidad alternando la interpretación de los cuplés "Tápame", “Maja de Romero”, “La chulapona” y "Bajo los puentes de París" con la ejecución de números bailables a ritmo de sevillanas o la interpretación del pasodoble "La cruz de Mayo".
Tras su rutilante éxito sobre las tablas, recibe un interesante contrato por parte del empresario Barrios Gómez para viajar a México durante cuatro semanas, que se convertirían en dieciséis meses, y la prensa la proclama: “lo mejor de España”. En el país azteca conoce al poeta León Felipe, con el que estudia declamación y quien la conecta con el grupo de intelectuales españoles en el exilio. En México, Mikaela debuta en el teatro, actúa en televisión e incluso participa en dos películas: La vida de Agustín Lara (1958) dirigida por Alejandro Galindo y La llamada de la muerte (1959) de Carlos Orellana. Firma entonces con la discográfica Montilla y graba en México su primer LP publicado en Estados Unidos bajo la dirección del maestro y musicólogo español Manuel García Matos. A su vuelta a España, Mikaela rueda La rosa roja (1960) dirigida por Carlos Serrano de Osma y, seguidamente, es contratada como artista exclusiva de Hispamer rodando las coproducciones La reina del tabarín (1960) y Vampiresas 1930 (1961) dirigidas por Jesús Franco, así como Las tres espadas del zorro (1963) y Gringo (1964) bajo las órdenes de Ricardo Blasco, donde alterna su interpretación con números musicales.
Mikaela triunfa dentro y fuera de la gran pantalla. A sus intervenciones cinematográficas se suman diversas grabaciones discográficas, así como su constante participación en múltiples televisiones europeas, iberoamericanas y estadounidenses, durante sus largas giras internacionales. En 1964 graba una canción que se convertiría en el buque insignia de su carrera musical: “La luna y el toro”, que se alza con la Placa de Oro de Radio España y logra ser el disco más vendido de 1965, momento en que vuelve a versionar la rumba “Río Manzanares”, otro gran éxito que se incluyó en la banda sonora de la película Agente 077 dall’ oriente con furore (París-Estambul sin regreso), dirigida por Terence Hathaway. El mismo año, el prestigioso director italiano Mauro Bolognini cuenta con ella para protagonizar Madamigella di Maupin, una cinta basada en la novela del francés Théophile Gautier alcanzando con ella una de sus máximas interpretaciones como actriz.
Durante la década de los sesenta, Mikaela sorprende al público español e internacional despojando, definitivamente, a la copla del traje de faralaes. Sin renunciar a la tradición y a sus raíces, opta por cantar la canción española e iberoamericana vestida de noche con diseños de relevantes modistos como Pertegaz, Natalio o Dior. De esta manera, Mikaela otorgó modernidad a la imagen estereotipada y costumbrista que se tenía del arte español en su tiempo. Fue una pionera ampliando horizontes estéticos para las artistas de su época, rompiendo barreras entre lo clásico y lo popular, buscando la intersección entre diferentes géneros y disciplinas e innovando a la hora de sentirse española en el mundo de una forma cosmopolita y elegante. En su repertorio combinaba la copla, el flamenco, el bolero, la canción de cámara y las obras de encargo promovidas por ella misma.
Con un novedoso enfoque, Mikaela popularizó en España canciones iberoamericanas con arreglos de rumba flamenca tales como los valses: “Historia de mi vida”, “Que nadie sepa mi sufrir”, “Ódiame” o la ranchera “Llegando a ti”. Realizó sentidas versiones de la polca “Acuarela del río”, la ranchera “El peor de los caminos” o los boleros “Tu voz” y “Contigo aprendí” e incluso una particular versión del tango “Frente al mar”. Gracias a su intuitiva capacidad artística, recuperó y transformó desde canciones rusas o francesas (“Canción de los ojos negros” y “Háblame de amor”) hasta canciones correntinas (“Río manso”), pasando por la imborrable huella del cuplé de principios de siglo (“Doña Mariquita”) y especialmente coplas, logrando sonados éxitos discográficos con revisiones de pasodobles como “¡Eh, toro!”, “Doce cascabeles”, “Coplas de Luis Candelas”, “Triniá” o “La cruz de Mayo”.
En 1966 publica en el sello Zafiro una de sus obras discográficas maestras: Mikaela interpreta García Lorca, un LP donde puso voz al cancionero popular que Federico García Lorca había recogido y armonizado en 1931 y que él mismo había grabado acompañando al piano a Encarnación López Júlvez, “La Argentinita”. En plena dictadura franquista no resultó nada fácil grabar a Lorca. Mikaela reúne con la ayuda de los herederos del poeta de Fuentevaqueros las partituras de las doce canciones que finalmente logró grabar junto con la Orquesta Sinfónica de Madrid bajo la dirección y arreglos de Rafael Ibarbia. El resultado fue aplaudido por intelectuales y amantes del arte quienes vieron en Mikaela a una artista única, con personalidad, arriesgada, valiente y alejada de la estética oficial.
Embebida por un ambiente intelectual y comprometido, Mikaela fue contratada en 1967 para protagonizar Soluna, la primera película llevada al cine sobre una obra del premio Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias y dirigida por Marcos Madanes que representó a Argentina en el XXI Festival de Cannes celebrado en 1968. Justamente, en ese año empieza a gestar el que se convertiría, sin lugar a dudas, en su disco más difícil y en el de mayor envergadura musical y cultural: Mikaela canta poesías de Rafael Alberti. Para ello, encarga al insigne compositor Antón García Abril dar forma musical a una docena de poemas de Rafael Alberti, elegidos entre más de trescientos textos procedentes de sus primeros libros: Marinero en tierra, La amante y El alba del alhelí. El dramaturgo Alfredo Mañas y el propio poeta –exiliado por entonces en Roma- se encargaron de adaptar los poemas para ser cantados en un proyecto que se extiende durante varios años y que financió en su totalidad la artista sevillana. Más de 3200 metros de cinta magnetofónica y 4000 horas de trabajo se necesitaron para la grabación del disco que, finalmente, publicó en marzo de 1970 la discográfica Belter en donde Mikaela se acompañaba de la Orquesta Sinfónica de Barcelona, dirigida por el propio García Abril y con portada y dibujos del poeta del Puerto de Santa María. La presentación de este álbum preocupó a las autoridades franquistas y causó gran revuelo y expectación en el ámbito de la cultura; fueron muchos los artistas y personalidades que se reunieron en La Boîte del Pintor, sita en la calle Goya de Madrid, contando con la intervención del poeta José Hierro, quien ejerció de maestro de ceremonias.
Su enorme amistad con literatos e intelectuales del momento, brindan a Mikaela la oportunidad de ofrecer recitales por medio mundo cantando su versión de canciones firmadas por Manuel de Falla, Isaac Albéniz, Joaquín Turina, Enrique Granados o Pablo Luna. Recordadas son sus giras de 20.000 kilómetros por la antigua Unión Soviética y su actuación en la Coronación del Sha Mohamed Reza Pahlevi en Teherán, donde cantó sus éxitos más aplaudidos. En 1971 publica en Belter dos villancicos escritos por Miguel Ángel Asturias con música de Ricardo Ceratto, cuyos beneficios fueron destinados íntegramente a la fundación UNICEF. En el I Festival de la Canción de la Paz celebrando en Valladolid, Mikaela se alza con el Premio “Paloma de plata” a la mejor letra con “La paz en tres letras” –composición, también, de Miguel Ángel Asturias y Ricardo Ceratto-.
Entre los numerosos premios y reconocimientos obtenidos por Mikaela a lo largo de su trayectoria artística se encuentran la citada Placa de Oro de Radio España, el título de Hija adoptiva de Puerto Rico y Llave de oro de la ciudad, Antena de Oro de Radio Nacional, Medalla a la popularidad de la Televisión en Nueva York, artista popular por el diario Pueblo, Madrina de los inmigrantes españoles repartidos por Europa, Madrina del gremio de Hostelería de España (ABE), Tronadora de Honor de Valencia o Medalla de Monte Sión de Israel, entre otros tantos galardones. A lo largo de los más de veinticinco años de carrera en activo, recorrió con devoción todas las ciudades y provincias españolas y actuó frecuentemente en países como Italia, Francia, Alemania, Reino Unido, Portugal, Grecia, Bélgica, Suiza, México, Argentina, Puerto Rico, Venezuela, Nicaragua, Estados Unidos, Irán, Israel y las antiguas Unión Soviética y Yugoslavia, entre otros destinos.
Durante la década de los años ochenta, Mikaela se retira de los escenarios para disfrutar en privado de su vida personal y familiar. Falleció prematuramente en Madrid, el 29 de marzo de 1991, víctima de la leucemia, tras someterse a un autotransplante de médula ósea. Mikaela fue una artista de acusado estilo, elegante, cercana, humilde y amable en el trato. Su belleza atemporal y su elevada estatura no fueron las únicas armas para encandilar a medio mundo, sino su constancia y empeño por buscar la excelencia dentro del arte popular. En sus viajes siempre se interesó por el folklore de cada país y sus gentes, buscando la universalidad de la cultura. Se esforzó por hacer de cada interpretación una metamorfosis distinta y única. Siempre rodeada de un halo de misterio, sus enormes ojos y su lunar junto a la boca evocaban casidas angostadas a la sencillez de su persona: una sevillana que vino a convertirse en el exotismo del arte.